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Para
nadie es secreto todo lo que se ha avanzado en materia de asistencia social, en
la reivindicación de los trabajadores, las mujeres, los niños, los campesinos,
los afrodescendientes, la sexo genero diversidad, en fin, los ninguneados de
siempre. Nadie en su sano juicio se atrevería a negar el cambio que dio este
país con la llegada de la revolución bolivariana. Desconocerlo es dar signos de
una profunda amnesia, ridiculez o ignorancia de la materia en estado puro.
Ahora,
es necesario reconocer que hemos avanzado poco en la formación del “Nuevo
Republicano”, en el fortalecimiento del sujeto histórico, que al fin y al cabo,
es el que hace la revolución. Es la institucionalidad de la revolución una
suerte de piedra de tranca que pone un tope al movimiento popular. Ese exceso
de confianza en que desde el gobierno es posible hacer todo lo necesario para
alcanzar el socialismo ha puesto en Jaque el proceso de cambios.
Diecisiete
años se cumplen de la llegada del comandante Chávez a la presidencia de la
nación. Diecisiete años de pelear contra los más férreos adversarios que pueda
tener cualquier político revolucionario. Diecisiete años viviendo entre el filo
de la navaja, ese profundo dilema de tener que decidir si abordar con mayor
fuerza lo urgente o lo fundamental. En este instante el pueblo, no solo el
gobierno, puede sentir el filo de esa navaja que nos pone a elegir nuevamente. ¿Lo
fundamental o lo urgente? ¿El gobierno o la revolución? ¿La resistencia firme o
la claudicación? ¿Avanzar hacia el socialismo o conformarnos con una
socialdemocracia? ¿Construir la sociedad socialista o conformarnos con el
estado burgués dadivoso?
Que
nadie se llame a engaños, la crisis económica, ciertamente fruto de una guerra,
fue potenciada por los altos niveles de corrupción en el aparato estatal, que
hasta ahora empieza a mostrar algunas acciones sancionatorias contra los
estafadores infiltrados. El gobierno debe asumir con responsabilidad la
transición del estado burgués a esa nueva forma que permita que el movimiento
obrero, popular y revolucionario asuma la direccionalidad del proceso. Una
vanguardia que no obedezca a intereses particulares, disfrazadas de líneas
políticas que no contribuyen a la lucha de clases, en cuanto contradicción
fundamental.
Defender
la revolución bolivariana pasa por desplazar a los sectores de la pequeña
burguesía enquistados en la dirección política del proceso, entendiendo que
esta etapa del proceso, en la lucha por la liberación nacional, la pequeña
burguesía, e incluso, la burguesía no monopólica tienen cabida, sin que eso
signifique que sean estos factores los que determinen las políticas del
proceso.
Es hora
de cambiar la correlación de fuerza, si queremos que la lucha no se pierda. Los
entreguistas apuestan a abandonar los espacios mediante acuerdo. Los
revolucionarios pedimos que se le abra paso al pueblo para hacer cuantos
Vietnam sean necesarios.
¡Ni
pacto ni claudicación…!
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