Esta no es la Generación Boba
Durante
varias semanas he venido abordando el tema del desarraigo y el exilio, tratando
de no disgregarme en un entramado tan dilatado, teniendo en cuenta las profundidades
que amerita un asunto como este; recalcando siempre que las ciudades que
tenemos, esas ciudades que ahora nos parecen feas o invivibles, son el
resultado del modelo capitalista y neoliberal y sus prácticas desarrollistas;
la falta de raíces culturales nacionalistas, porque ese modelo decadente
impuso, ayudado por los medios de comunicación, una cultura norteamericana, una
cultura gringa; basta con hacer un ejercicio de memoria y darle nuevamente una
mirada al cine, a la música y a la televisión de las últimas décadas del pasado
siglo.
Esta
semana, hemos publicado un artículo de José Roberto Duque sobre el famoso, más
bien controvertido, video “Caracas, ciudad de despedidas”, donde un grupo de
jóvenes de la clase media alta caraqueña expone, sin el mínimo pudor, la
vacuidad, la fatuidad, el desarraigo, la peor pobreza de ese pequeño sector
acomplejado entre sus pequeñas villas en las cumbres del “este del este”. Basta
con ver los créditos, es decir los apellidos de quienes están retratados
delante y tras cámaras, para dilucidar la frustración de los hijos de quienes
alguna vez fueron, o soñaron ser, los amos del valle.
Lo
cierto de todo esto, y lo triste también, es que no se trata solamente de este
pequeño grupo; hay cientos de “niños osea, sabes, demasiado”, mandibuleando por
toda Venezuela; ostentando sobre sus planes de abandonar este país, lo que para
ellos es mejor, largarse para mejorar su calidad de vida. Un grupo de
muchachos, al mejor estilo “Somos tú y yo” mimetizados con RBD.
En los
años ochenta del siglo veinte una generación entera fue catalogada como la
“generación boba”. Atiborrados por el consumo de drogas y una inmovilidad
feliz, esa generación se dedicó a no hacer; a esperar que el mundo se cayera a
pedazos sin el más mínimo intento por generar alternativas para un cambio. Esa
fue la mayor contradicción biológica del siglo XX, y cuidado sino de la
historia. Ser joven, por antonomasia, es una convocatoria a ser rebelde, con o
sin causa; a ser un agente revolucionador. Allende creía que “ser joven y no
ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”.
Nuestra
generación, esta generación, está lejos de ser boba, pero tengo serias
sospechas de que por ahí quedan algunos movimientos dignos de llevar ese
estandarte. Por esnob o vintage hay una pequeña franja de
nuestra juventud procurando parecerse a esa generación de los ochenta, la boba,
como la etiquetó Edmundo Chirinos. Que me disculpen los aludidos, pero, esta no
es la generación boba.
Mas sin
embargo, no puede uno evitar tantas preguntas ineludibles ¿Quién se hará
responsable por esos destellos ochentosos en parte de nuestra juventud? ¿Les
compraremos los pasajes para que se marchen? ¿Nos atreveremos a construir la
nueva República? No hay tiempo para los esnobismos; ser joven no es un juego,
es, sin lugar a dudas, la etapa que requiere mayor compromiso para poder
afrontar los desafíos de un sistema alienante, para profundizar con tierna
fiereza la mano en el corazón del pueblo que somos. Esas corrientes retro,
vintage, son analgésicos a la juventud creadora. Definitivamente, y creo estar
secundado, necesitamos transformar nuestra realidad, la realidad que está
siendo.
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