Escuela Literaria del Sur

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miércoles, junio 20, 2007

Circulo


¿Que paso el mío? dijo desde la multitud, mientras se deslizaba como una lagartija en medio de la turba de la plaza Junín. Sus ojos achinados y de color rosado se posaban en las carteras de los apurados compradores de este mercado improvisado sobre los márgenes de la 5ta avenida. “Meta la mano”, “todo le que agarre le vale mil” son algunas de las consignas que gritan los vendedores en su anhelo de capturar a los indecisos consumistas. Un señor de cabeza reluciente pega gritos con su megáfono para vender un gel contra la caída del cabello, un jarabe que cura la gripe, los hongos, los mareos, el mal de chaga y de paso espanta los malos influjos.

Camuflado como uno mas sigue “el niño”, esperando algún descuido para llevarse en sus manos cualquier cartera o quizás alguna cadena que este pagando. Esto se ha convertido en un espacio sin ley y él esta sacando ventaja de eso.

Esta mañana se despertó con la cara de frente a los pies de un tipo que sacaba dinero del cajero que esta en la cuarta.
Un par de estrujones en los ojos seguido de un bostezo son suficientes para incorporarte a la vida. Son las nueve de la mañana, la faena del día anterior te dejo fuera de cobertura. Esa pelea con el caraqueño y su yerno te dejo molido, apenas si te puedes mover. El dolor en el cuello te paraliza por unos instantes; tu, estas acostumbrado a eso no importa cuan duro te den, tu eres macho y has aprendido que los machos no lloran.

La plaza arde con la cantidad de buhoneros alrededor, los trabajadores que remodelan la plaza y las prostitutas que han tenido que intensificar sus jornadas diurnas. De noche nadie se atreve a pasar por allí.

Solo Maria y las demás mujeres que trabajan con ella van a barrer por las noches las toneladas de basura que dejan los comerciantes informales. Tienes un fresquito para el ojo cada vez que ella viene a cumplir con su labor de barrendera. Ese es el colirio que calma el desespero que te deja la piedra.

Cada cinco segundos un autobús se detiene a orillas de la acera congestionada. Unos suben y otros bajan de las cientos de unidades que a diario realizan su parada en esta antigua plaza. La gente te pasa por un lado y no pueden evitar la repulsión que le produce ese olor que se escapa de tus axilas. No te bañas desde hace tres meses justo desde que cayó el último aguacero. Has dicho que eso no te importa, que lo que dice la gente no te va a quitar el hambre; sin embargo no te has atrevido a decirle a Maria las veces que has soñado con tener una familia con ella y con los siete hijos que deseas. No te atreves a decirle nada porque sabes que ella es la mujer del bambinero y te da miedo que te rechace y no sabes de qué manera vayas a reaccionar.

El olor a churros fritos le despertó los sentidos y aquel ardor en la panza le recordó que a pesar de que ya eran más de las doce no había desayunado. Como si lo estuvieses buscando te topas con el, ahí esta. Su rostro mojado se contrae de una manera incontrolable, el calor es sofocante. Es un hombre delgado, un poco más alto que tu; su cabello tostado sale un poco desordenado por debajo de la gorra de un antiguo partido político. Como de costumbre sostiene en la mano izquierda una vieja cava de anime, al mismo tiempo que ofrece uno de sus refrescantes productos con la otra mano. A cada rato emite su peculiar frase “¿es que no me ven es?” Es impresionante como logra hacer empatía con una frase así.

¿Qué paso niño? Es el saludo acostumbrado cada vez que se cruzan en el camino. El no sabe cuanto sueñas con su mujer y las cosas que haces en tu pervertida imaginación; sin embargo tu lo odias, incluso lo odias mas que a tu padre. Después que tu mamá murió, te tiro a la calle solo porque te pareces mucho a ella y el no deseaba recordarla. Todas tus insatisfacciones, todo tu dolor y el rencor mas profundo de tu ser se intensifica cuando ves venir al bambinero. Dame quinientos bolos ahí, le pides con deseo de estrangularlo. Esa es tu manera de hacerte ver como fuerte. Te dio la moneda como siempre, no por temor sino por lastima; esa es la peor de las humillaciones a las que te has sometido.

El cuchillo oxidado que llevabas escondido fue lo único que requeriste para drenar toda la mezcolanza emocional que te produce este tipo; por eso al darle las siete puñaladas a traición a tu rival se te nublaron los ojos te sentiste libre. Pero que torpeza, la gente empezó a gritar buscando ayuda para el herido; todos saben que fuiste tú, era imposible que la gente no te viera cuando saliste corriendo con las manos llenas de sangre, el rostro pálido y sudoroso como cuando tu papá te descubría en una de las tuyas.

La noticia publicada en la última página del Yaracuy al decía:
“Herido con arma blanca ingreso la tarde de ayer un hombre identificado como Orlando Octavio Guedez de veintiséis de edad al ser atacado en la calle 16 entre 4ta y 5ta por un sujeto hasta ahora identificado como “el niño”. Del agraviado se supo según información suministrada por su conyugue que las penetraciones del puñal alcanzaron a dañarle algunas vértebras lo que dificultara que pueda volver a caminar. Por su parte la policía continua con las averiguaciones pues no se descarta el ajuste de cuentas ya que el agresor huyo sin robarse nada.”

Un intenso operativo policial ha obligado a los raptores de las aceras a recoger sus enseres y despejar la vía publica. No ha sido fácil para los cuerpos de seguridad, “esto es un mal innecesario” decía uno de los oficiales al ser entrevistado por el canal cuatro. Por su parte los desalojados alegan que son padres y madres de familia y que ese es su único sustento, por lo cual entre lagrimas, sudor y gritos intentan hacer valer sus derechos. La masa a colérica se ha postrado frente la gobernación y la alcaldía amenazando con montar su mercado portátil en la plaza Bolívar de no tener respuesta en los próximos días.

A la policía se le olvido tu crimen, este rollo con los buhoneros ha necesitado la movilización de todos los cuerpos policiales. ¿Quién diría que esto terminaría así?

La lluvia logro calmar los ánimos de algunos de los manifestantes, de hecho han ido regresado a cuenta gotas al Palacio Buhoneril y al Paseo Guayabal en vista de que por estar manifestando no han logrado producir. El show mediático ha llegado a su fin. En todo este tiempo las paginas culturales, los segmentos de salud, el segmento dominical de la diócesis e incluso los obituarios fueron sustituidos para dar cabida al pan mísero de los incautos. Amarillismo infeliz, no hace más que convertir en idiotas insensibles a sus consumidores.

En seis meses hasta los más afectados han olvidado lo vivido. Los que lo recuerdan solo lo hacen para hacer chistes o impresionar a los turistas que vienen a conocer la ciudad.
Les inventan historias fascinantes de personajes que nadie sabe quienes son. Por ejemplo la de un tal hombre llamado Juan de Tassis, que supuestamente mataron por mujeriego. Y la de otro al que le faltaba una oreja y que según ellos en alguna ocasión se sentó a pintar en la plaza.

Tú sigues en las sombras, no te expones por temor; el deseo de ver a Maria es lo único que te motiva a salir de tu hueco, ese lugar sucio de tu inconciente donde te hundes cada vez que recuerdas lo que hiciste.

Un ratero y tres prostitutas gordas y malolientes, junto a los escasos albañiles que pretenden terminar la remodelación de la plaza son los únicos seres vivos que durante el día transitan por ella.

En las noches un harapiento pordiosero se deja ver por ese lugar con su barba negra y sus ojos fuera de este mundo, acompañado de un par de moscas viejas y un fétido aroma. Los maridos insatisfechos vuelven a rondar la plaza. Las sombras indescifrables y el sonido del viento al batir las hojas de los árboles le dan a aquel lugar su aspecto originario. Ahora cuando todo parece estar en calma; en sus cavernas e insomnes los mercaderes planifican su próxima invasión.