Escuela Literaria del Sur

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miércoles, enero 18, 2012

Saltar

Lo malo de saltar desde tan alto es que se baja a una velocidad impresionante. Empiezas a sentir como la sangre se acelera debajo de la piel, los ojos se tornan borrosos por las lágrimas y te dan ganas de gritar. Te contienes. Pero no puedes resistir por mucho tiempo. Así que gritas, pero no puedes oírte, de hecho nadie puede oírte; y vuelves a gritar, consiente de que lo único que lograrás es sentir la fuerza del grito recorriéndote desde el talón a la nuca.

En este momento comienzas a temer; la soledad te envuelve. En tus venas un ejercito transita acelerado, como tratando escapar por tu cabeza. Cuando te percatas que pronto llegará el final, ruegas para que todo salga bien, pues no quieres lastimarte otra vez.

A escasos metros del final no puedes contener el llanto, sabes que la caída no será suave. Abajo hay muchos mirándote, pero no te interesa; todos están esperando lo peor y no quieres que te vean caer.

La caída fue aparatosa, el cuerpo tambaleante a penas tiene fuerzas para mantenerse en pie, y un sabor amargo recorre tu lengua, atraviesa por tu paladar hasta llegar al estomago y empieza a contaminarlo todo. Te dan nauseas, y la descarga es inevitable. Lo demás ya lo sabemos, vuelves con el clásico juramento, “no lo volveré a hacer”. Pero que va, siempre es igual; siempre es lo mismo cuando te enamoras.