martes, agosto 14, 2007

Fantasmas

Buscaba algo. No se que, pero se zambullía con tal desesperación que me detuve a observarlo detenidamente.

Es agosto, y la ciudad esta inundada de personas. El sol castiga nuestros cuerpos, y el humo de los vehículos obliga a los visitantes a toser en cada respiro; los de aquí ya ni percibimos el humo. El aumento salarial se ve reflejado en los zombis que caminan hipnotizados mirando las vidrieras, mientras van cargados de bolsas por las avenidas congestionadas. Un ser sin rostro camina entre ellos. Nadie sabe su nombre, mucho menos su origen; pero esta ahí aunque no deseen verlo.

Su malgastada elegancia desprendió mis ojos del gigantesco aviso publicitario de McDonals, en el cual ofrecían una de sus hamburguesas “Diet”. Él estaba justo debajo del aviso hurgando en la basura. La escena era deprimente. Minutos antes vi mi reloj y me di cuenta que pronto serian las doce, a esa hora los establecimientos de comida colapsan ante la muchedumbre hambrienta. No sentía hambre, sin embargo me decidí ir a comer. Él también se dio cuenta que ya era la hora del almuerzo. En su muñeca no vi reloj, pero quizás fue su reloj biológico el que lo alertó. De una de las bolsas negras saco un pedazo de arepa, y dejo escapar una sonrisa. Su encía solitaria dejaba ver la felicidad del hallazgo. Sobre una de las cajas reposaban la mitad de un pan, las sobras de una coca-cola y una lata repleta de residuos; la verdad es que era imposible saber la cantidad de cosas que tenia en esa lata.
Pensé invitarlo a comer, pero su olor me alejó las buenas intenciones. Lo vi empezar a comer y sentí como se revolvía mi estomago. Tuve que irme del lugar.

Cuando me senté a la mesa estaban transmitiendo las noticias. “la liquidez aumentó en un 3.21% en este mes” el joven reportero continuó hablando y no pude prestarle atención porque el mesonero llegó a tomar mi orden. Pedí un “pabellón” y un jugo de durazno. No pude tragar un solo bocado, esa imagen me daba vueltas en la cabeza; y cada vez que intentaba comer aparecían las nauseas. Le pedí al mesonero que por favor colocara la comida para llevar.

Cuando pasé por el lugar donde estaba este hombre, solo encontré las bolsas de basura. Me acerqué de prisa y deje la comida con el resto de la basura. Mañana no tendrá que buscar tanto, pensé; pero, tremenda ingenuidad la mía. Al empezar a alejarme del lugar, volaron como moscas dos chicos y una mujer que se ocultaban detrás de un árbol mientras yo dejaba el paquete.

Camino a casa aparecieron ante mis ojos los cientos de fantasmas que se esconden en la basura. Nunca pensé que fuesen tantos, de hecho nunca supe existiera alguien más que yo.

Enciendo la tele y ahí están, justo detrás de la reportera del canal 2. Cambio el canal y vuelven a aparecer, entre las sombras, a un lado de la calle, a un lado de la vida. Se refugian en los puentes. Están en los bancos, en las plazas, en todas las avenidas... me asustan; a veces pienso que quieren invadir la tierra, y me doy cuenta que hace años que lo hicieron y nadie se percató de ello.

Cuando los gobernantes hablan, ellos aplauden desde sus oscuras cavernas, sin pretensiones de nada. Sin esperanza. Ellos son parte de todo, aunque sean tratados como la nada. Van y vienen, deslizándose sin prisa ante mis ojos, y los ojos ciegos de esta sociedad paralítica, que se arrastra entre los edificios, los bares, los centros comerciales y las oficinas de los grandes adinerados, llevándoles como ofrenda las vidas de sus propios hijos.

Ha comenzado a llover y la ciudad ha quedado sola. Es normal que en este tiempo llueva en agosto; hoy en día todo es normal. La ciudad se queda sola, deshabitada en su totalidad por los seres humanos. Solo los fantasmas deambulan por ella, con frío, hambre, rencor y sueño.

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