viernes, febrero 22, 2008

El emisario

Las manos sobre el pecho. La mirada perdida. Y sobre el pensamiento un pájaro gris que lleva atado un trozo de papel en una de sus patas. Los palos de caña brava en el techo amenazan con venirse al suelo después de medio siglo; y la dignidad incólume recibe los últimos ataques.

En el jardín, juegan los nietos sobre la tierra amarillenta, mientras las sombras precisan las diez. El almendrón propina la única sombra alrededor de la casa, allí los hijos aguardan la partida de mensajero gris.

El calor aumenta, y ya en el viejo cuerpo no queda liquido para sudar. Las paredes cenicientas a cada minuto se van haciendo mas angostas; y el calor empieza a desaparecer y se convierte en nada.

Las mujeres en el fogón preparan el café de las tres; las sombras continúan girando en el almendrón, y envueltos en la tierra los niños descubren un nuevo juego. Avanza lentamente el tiempo, mientras el viejo recuerda las imágenes que le permite la memoria. Ya no hay fuerzas para llorar, ni siquiera las hay para cerrar los ojos. Presiente que en cualquier momento se llenará la casa de gente; llegarán primero los enemigos, luego los familiares, los curiosos, los amigos y todo el que desee tomar café. Resiste. Pero las sombras han cubierto el patio y los niños duermen sobre sus catres, y el ave que dormitaba ha comenzado a revoletear en el cuarto.

Sin poder hablar o moverse, el viejo hace gestos tratando de espantar el pájaro, pero todo intento es inútil. No puede gritar, apenas si sale de su interior un gemido triste. El pájaro se posa en la ventana y emprende el vuelo hacia el oriente; no se detiene. Avanza velozmente ante las miradas que escudriñan en la penumbra.

La casa queda en silencio. El viento que soplaba sobre las ramas del almendrón ha cesado; no se escucharon más las desafinadas notas de los grillos en el patio, y el perro que aullaba junto a la ventana del viejo también ha quedado mudo. No hubo tiempo para llorar en la noche más larga y silente de todas las noches.

Cuando sea la hora volverá como de costumbre el pájaro gris, a llevar consigo el llanto de los que aguardan el tiempo de las sombras. La próxima vez lo esperará otro cuerpo en el mismo cuarto y sobre la misma cama, con las manos sobre el pecho y la mirada perdida. Y seguramente habitará allí, sobre el pensamiento; y la dignidad incólume recibirá otra vez los últimos ataques.

2 comentarios:

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