Este árbol mula nunca supo como llamar sus frutos. Esta urbe, huérfana de hijos, mira a los de allá transitar absortos en los espejos de mano.
Uno, dos, tres, No hacen falta gallos para anochecer.
Uno, dos, tres, gallinas tendidas en el árbol.
Uno, dos, tres, apoya el fusil contra la hoja porque esta calle no tiene nombre
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