miércoles, mayo 09, 2012

Irreverencia, Debates y Consignas



Mucho se ha cuestionado la polarización política en el país a partir de la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de la República. La franca contradicción entre quienes fungen como gobierno y oposición, desatando en el pueblo una euforia de radical valía, que ha venido decantando en la discusión de la pertinencia de avanzar a la instauración, o no, del modelo socialista. Un debate permanente entre quienes defienden el modelo capitalista, asegurando que los años pasados fueron mejores y los que, por otro lado, están determinados a no volver a esos años de democracia representativa y sus vicios.
Habría que ser muy ingenuo para no reconocer que se trata, más que de una división ideológica, de una mera lucha de clases. No pretendo decir que no es ideológica, más bien, procuro enfatizar en que la lucha es de clases: los que otrora ostentaron, simultáneamente, el poder público y empresarial, y el pueblo sencillo. Y esto no es nuevo, como diría Marx, "Toda la historia de la sociedad humana es una historia de luchas de clases”. Lo que se hace nuevo en nuestro caso es la conciencia de esa lucha y sus implicaciones ideológicas locales.
 La clase trabajadora, el pueblo, en este sentido, lo que hace es buscar el asidero intelectual de su lucha para profundizar las ideas y las acciones, comprendiendo que se trata de un proceso dialectico, educativo y transformador, y por ende, ideologizante.
Cabe preguntarse entonces qué está leyendo el pueblo, qué están leyendo los dirigentes. ¿Solo están consumiendo consignas? ¿Qué está alimentando el pensamiento crítico? Con cuanta facilidad termina uno, para no quedar fuera de la crítica, repitiendo lemas. “Patria o muerte”, “Rodilla en tierra”, “Chávez los tiene locos”, “Patria, socialismo o muerte”, “Viviremos y venceremos” “Pa’lante comandante”, entre tantas otras que, más allá del efecto que puedan generar, no son insumos necesarios para el fortalecimiento de la conciencia. Ahora un nuevo lema, digno de ser analizado con detalle, ocupa gran parte de conversaciones y discursos: “Irreverencia en la discusión y lealtad en la acción”. ¿Hasta qué punto irreverentes? ¿Leal a qué o quién? ¿Quién determina la lealtad y la irreverencia? Debemos cuidarnos del dogma, para no convertir este proceso en una suerte de religión local. No quiero dejar dudas sobre la lealtad que este pueblo siente para con el líder de este proceso, Hugo Chávez, y eso no lo digo como un hallazgo, lo dicen las encuestas y, más acertadamente, el respaldo electoral. Pero lo cierto es que el mismo presidente Chávez ha sido irreverente en la discusión y en las acciones. Que no suponga esa lealtad la pasividad en la toma de decisiones y en la ejecución de las ideas.
No es saludable un pueblo con actitudes de ave repetidora, es preciso tener la conciencia de quien se sabe sujeto transformador y crítico. Bienvenidas las consignas como elementos para estimular los afectos en la batalla política. Pero bienvenido también, y más aún,  el cultivo de la conciencia del ser social a través del estudio incesante. 

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